Las pretensiones del pueblo Aymara y su dirigente Walter Aduviri de conseguir una prohibición de la actividad minera en el departamento de Puno son una bonita fantasía, que estoy seguro no se creen ni ellos mismos.

No voy a discutir aquí sobre la posibilidad de que consigan semejantes objetivos, eso esta de por si descartado y Walter Aduviri y su gente lo saben. Ellos, en realidad, persiguen solapadamente otros objetivos que seguramente poco tienen que ver con la protección del medio ambiente y del lago Titicaca.

La posición extrema que sostienen actualmente es solo el comienzo de una partida de póquer que pretenden jugar contra el estado peruano. Su estrategia consiste en empezar apostando fuerte, muy fuerte para luego ir rebajando sus demandas y conseguir el objetivo real que persiguen.

El verdadero objetivo consistiría en conseguir condiciones similares a las que conseguirán las comunidades campesinas de Bolivia con la nueva ley de minería. Esta nueva ley de minería de Evo Morales, entre otras cosas, revertirá al Estado las concesiones que no cumplan una función económica y distribuirá las regalías a las comunidades campesinas donde se desarrolle alguna actividad minera.

Todo esto suena muy bien, como muchas medidas populistas, pero en el fondo pueden producir un enorme daño a la credibilidad del país y a la confianza de las inversiones extranjeras. Lugares dónde invertir en minería existen muchos en el mundo, las grandes empresas eligen el lugar de sus inversiones basándose en la rentabilidad y la estabilidad jurídica que ofrece un país.

A Bolivia desde que intervino las empresas petroleras no le va nada bien en el sector, no se realizan nuevas exploraciones, nadie tiene interés de invertir allí. ¿De que vale que todo el gas, el petroleo y los minerales sean nuestros, de que vale evitar que otros se lleven lo nuestro, si somos incapaces de explotarlo nosotros mismos?.

Hoy el Perú es un país muy atractivo para realizar inversiones y eso nos hace crecer económicamente, ese crecimiento no es ninguna fantasía, es una realidad. No sigamos el ejemplo boliviano, eso nos llevaría a convertirnos en un nuevo paria latinoamericano en el que nadie tendrá interés.

 Jorge Avellaneda Indacochea